sábado, 14 de noviembre de 2009

La Reina de las Abejas

4- La reina de las abejas

Autor: hermanos Grimm

Dos príncipes, hijos de un rey, partieron un día en busca de aventuras y se entregaron a una vida de fiestas y diversiones, sin intención de volver a su casa. El hijo tercero, al que llamaban el Bobo, se puso en camino, en busca de sus hermanos. Pero cuando por fin los encontró, éstos se burlaron de él. ¿Cómo pretendía, siendo tan simple, abrirse paso en el mundo cuando ellos, que eran mucho más inteligentes, no lo habían conseguido?

Partieron los tres juntos y llegaron a un nido de hormigas. Los dos mayores querían destruirlo para divertirse viendo cómo los animalitos corrían para poner a salvo los huevos, pero el menor dijo:

—Dejad en paz a estos animalitos; no permitiré que los molestéis.

Siguieron andando hasta llegar a la orilla de un lago, en cuyas aguas nadaban muchísimos patos. Los dos hermanos mayores querían cazar unos cuantos para asarlos, pero el menor se opuso:

—Dejad en paz a estos animales; no permitiré que los molestéis.

Llegaron ante una colmena silvestre, instalada en un árbol, tan repleta de miel, que ésta fluía tronco abajo. Los dos mayores pensaron encender fuego al pie del árbol para sofocar los insectos y apoderarse de la miel, pero el Bobo los detuvo, repitiendo:

—Dejad a estos animales en paz; no permitiré que los queméis.

Al cabo llegaron los tres a un castillo en cuyas cuadras había unos caballos de piedra, pero ni un alma viviente. Recorrieron todas las salas hasta que se encontraron frente a una puerta cerrada con tres cerrojos, que tenía en el centro una ventanilla por la que podía mirarse al interior. Dentro se veía un hombrecillo gris, sentado a una mesa. Le llamaron varias veces pero parecía no oírles; sin embargo, a la tercera se levantó, descorrió los cerrojos y salió de la habitación. Sin pronunciar una sola palabra, los condujo a una mesa ricamente puesta, y después que hubieron comido y bebido, llevó a cada uno a un dormitorio separado.

A la mañana siguiente se presentó el hombrecillo a despertar al mayor y lo llevó ante una mesa de piedra, en la cual estaban escritos los tres trabajos que había de cumplir para desencantar el castillo. El primero decía: «En el bosque, escondidas entre el musgo, se hallan las mil perlas de la hija del Rey. Hay que recogerlas antes de la puesta del sol, pero si falta una sola, el que hubiere emprendído la búsqueda quedará convertido en piedra».

Salió el mayor y se pasó el día buscando entre el musgo, pero a la hora en que el sol se oculta en el horizonte no había reunido más de un centenar de perlas y le sucedió lo que estaba escrito en la mesa: quedó convertido en piedra. Al día siguiente intentó el segundo la aventura, pero no tuvo mejor éxito que el mayor: encontró solamente doscientas perlas y fue transformado en piedra. Finalmente, le tocó el turno al Bobo, el cual salió a buscar las perlas de la princesa entre el musgo. Pero iqué difícil se hacía la búsqueda y con qué lentitud se reunían las perlas! Se sentó sobre una piedra y se puso a llorar de desesperación. Inesperadamente apareció la reina de las hormigas, a las que había salvado la vida, seguida de cinco mil de sus súbditas, y en un santiamén tuvieron todas las perlas reunidas en un montón.

El segundo trabajo era pescar del fondo del lago la llave del dormitorio de la princesa. Al llegar el Bobo a la orilla, los patos que había salvado se acercaron nadando, se sumergieron y al poco rato volvieron a aparecer con la llave.

El tercero de los trabajos era el más difícil. De las tres hijas del Rey, que estaban dormidas, había que descubrir cuál era la más joven y hermosa. Sin embargo, esto era muy difícil porque las tres se parecían como tres gotas de agua, sin que se advirtiera la menor diferencia entre ellas. Sólo se sabía que antes de dormirse habían comido diferentes golosinas. La mayor, un terrón de azúcar; la segunda, un poco de jarabe, y la menor, una cucharada de miel. Compareció entonces la reina de las abejas, que el Bobo había salvado del fuego, y exploró la boca de cada princesa, posándose, en último lugar, en la boca de la que había comido miel, con lo cual el príncipe pudo reconocer a la verdadera.

Se rompió el encantamiento y todos despertaron recuperando su forma humana. El Bobo se casó con la princesita más joven y bella y heredó el trono a la muerte de su suegro. Sus dos hermanos recibieron por esposas a las otras dos princesas.


Domingo 15

No van Nata, Angela, Fran, Caro, Pao
Hace las compras Xime (meriendas, cuadrados grandes de papel glace)
JARDIN
Cuenta Xime
Tobias el Campesino
Actividad: plegado de papel, barquitos
Merienda: yogur con cereales
Xime, Vera, Alfonso, Belen, Pedro, Emma
NIÑOS
Cuenta Manu
La Reina de las Abejas
Actividad: Plastilina, llevar las tablas
Merienda: yogur con cereal
Manu, Sole, Martin, Eli, Tomas, Chiara, Magui
ADOLESCENTES
Coordina Sole
Actividad: Digalo con mimica, practicar las obras de la vez anterior, representarles frente al grupo, Devolucin grupal.
Merienda: jugo y galletitas
Xime, Vera, Martin, Sole, Eli, Tomas, Alfonso

miércoles, 28 de octubre de 2009

EL BOSQUE DE LAS HADAS

3- El bosque de las hadas

Autor: Anónimo

Erase una vez dos niñas de 11 años, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazón; por el contrario Yaisa era una pésima estudiante y bastante creída.

Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería.

Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas.

Los padres de Yaisa se habían opuesto a esta amistad pero nada pudieron hacer ante el empeño de las chicas de seguir siendo amigas.

Como había dicho antes Jennifer vivía al lado del bosque azul. Este bosque era llamado así por los lugareños, ya que una gran cantidad de mariposas azules habitaban en él.

Muchos creían que esas mariposas eran en realidad ninfas y que se apoderarían de todo aquel que se adentrará en el bosque al anochecer.

Esta maldición era alimentada desde hacía muchísimos años, cuando desapareció una chica en el bosque y nunca se supo nada de ellas.

Se organizaron batidas en el bosque y no se halló rastro de ella, ni siquiera sus huesos u objetos personales aparecieron, por lo que se descartó que fuera comida por las alimañas.

Este suceso hizo que naciera la leyenda del bosque azul, leyenda que duraba hasta nuestros días, pasando de generación en generación.

Una tarde Yaisa propuso ir al bosque.

¡No!, es peligroso. - respondió Jennifer.

- ¿Porqué?, ¿Tú crees el cuento ese?-.

Umm... Sí, una vez se lo oí contar a mi abuelo -.

Eso son mentiras, lo que pasa es que tienes miedo y no lo quieres reconocer.-

¡¡No tengo miedo!!

Sí que lo tienes, ¡¡Eres una cobardica!!

¡No soy cobarde! Esta bien iremos, pero me tienes que prometer que volveremos antes del anochecer.-

Esta bien, lo prometo.-

Mientras entraban en el bosque Jennifer se iba arrepintiendo de haber aceptado.

-¿Y si fuera verdad la leyenda?. ¿Y si no veo más a mis padres?- pensaba.

-Oye Yaisa, me vuelvo a casa.-

¿Qué?-

Que paso, lo siento me voy -

Venga ya, si estamos dentro, me vas a dejar sola ahora.

Si, me voy. ¿Vienes?

Esta bien me voy contigo.

Bienvenidas a mi reino.

¿Quién ha dicho eso?

Yo no he sido- contestó Yaisa asustada.

¡¡Allí arriba!!! - exclamo Jennifer.

¡Pe.. pero qué es eso!

Miraron hacia arriba y vieron a un ser etéreo que se mantenia suspendida en el aire. Alrededor suyo cientos de mariposas azules con una extraña forma humana la iluminaban y le daban un aspecto tétrico a la figura.

-¿Quién eres?.

Soy Ethea, reina de este lugar, seguramente me conoceréis por el hada de los bosques. Las mariposas son Suthereis, son mis ninfas. ¿Qué hacéis aquí?

Nada, solo pasamos a jugar un poco, pero ya nos íbamos.

A jugar, eh. Ajá, os propongo yo un juego.

Haber díganos.

De las dos la que me traiga el objeto que pese menos ganará y será conducida fuera del bosque, la perdedora se quedará conmigo para siempre y será convertida en una hermosa mariposa azul.

Señora, no nos puede hacer eso- suplicaron al unísono las dos chicas.

¿Porqué? Habéis invadido mi reino y esta es la única forma de salir. Todas estas mariposas eran personas como vosotros que osaron entrar. Ellas fueron perdedoras. Tenéis una hora. Id cada una en dirección opuesta y traedme ese objeto. El tiempo empieza ya.

No, Yaisa no te muevas tengo la solución.

Venga Ya. Solo quieres ganarme, pero yo conseguiré arrebatarte ese honor. Tú te quedarás aquí- Contestó enfurecida Yaisa.

Yaisa salió corriendo dirigiéndose a la izquierda, mientras que Jennifer se quedó quieta.

¿Dices que tienes la solución? Espero que sea así, aunque dentro de una hora saldremos de duda.

El tiempo pasó inexorable y al cabo de una hora, Yaisa fue traída en volandas por las ninfas.

Bien, que tenéis.

Yo, esta pluma, ligera como el viento. - Gritó entusiasmada Yaisa.-

¿Y tú?

Yo, aquí lo tenéis- y cerrando el puño se lo entregó al hada.

Pero es una broma, aquí no hay nada.-

Si que lo hay. Hay aire. Ese es mi objeto. Más ligero que él no hay nada.

¡Ingenioso!- Exclamó el hada. He aquí mi decisión.

Tú Yaisa, para ganar me has traído efectivamente un material muy ligero pero has tenido que matar un pajarillo. Has agredido a la naturaleza. Tu Jennifer, en cambio has conseguido el material más ligero que existe sin agredir el entorno. Jennifer eres libre de irte.

¡No! Quiero que mi amiga se vaya, prefiero quedarme yo.

Me sigues sorprendiendo. ¿Cambias tu vida por la de tu amiga?-

Sí, ella es hija única, yo en cambio tengo 2 hermanos más, además durante el resto de mi vida no me perdonaría que deje a mi amiga aquí.-

Jennifer, perdóname. Yo solo he pensado en mí y tú en cambio das tu vida por la mía. No puedo aceptarlo, he perdido y me quedo.

¡Increíble!, en mis 500 años de vida es la primera vez que me ocurre algo parecido. Después de esto, creo que las dos merecéis iros a casa. Podéis marchad.-

Gracias, señora- Contestaron al unísono.

Podéis volver cuando queráis. Habéis aprendido la lección más importante de vuestra vida. Vuestra amistad os ha salvado.-

Las dos chicas volvieron a casa y siguieron siendo amigas durante toda su vida.

Domingo 1

No van:
Angela, Vera. nata no se queda a adolescentes.
13 hs grupo de estudio
14 hs capacitacion
JARDIN
Cuenta Pao
Tobias el Campesino
actividad: plegado de papel, barquitos
merienda: yogur con cereal
Nata, agustin, Alfonso, Pao Caro, Manu, Chiara
NIÑOS
Cuenta Xime
El bosque de las hadas
Actividad: collage
Merienda: yogur con cereal
Xime, Martin, Fran, Sole, Eli, Tomas, Sabina, Pedro, Emma
ADOLESCENTES
entrada en calor desinhibidora guiada por Xime
ejercicio de repetir lo que hace el coordinador en ronda
Grupos de tres, sacar papelitos de personajes comicos, los lleva xime
armar una improvisacion clawnesca con esos personajes sin hablar, valen ruidos.
Devolucion
Merienda: galletitas y jugo
Xime, Sole, Pao, Manu, Alfo, Eli, Tomas, Fran, Martin

martes, 20 de octubre de 2009

El rey Midas

Érase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas. Tenía más oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parecía suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obtenía más oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes bóvedas subterráneas de su palacio, y pasaba muchas horas del día contándolo una y otra vez.

Ahora bien, Midas tenía una hija llamada Caléndula. La amaba con devoción, y decía:

- Será la princesa más rica del mundo.

Pero la pequeña Caléndula no daba importancia a su fortuna. Amaba su jardín, sus flores y el brillo del sol más que todas las riquezas de su padre. Era una niña muy solitaria, pues su padre siempre estaba buscando nuevas maneras de conseguir oro, y contando el que tenía, así que rara vez le contaba cuentos o salía a pasear con ella, como deberían hacer todos los padres.

Un día el rey Midas estaba en su sala del tesoro. Había echado la llave a las gruesas puertas y había abierto sus grandes cofre de oro. Lo apilaba sobre mesa y lo tocaba con adoración. Lo dejaba escurrir entre los dedos y sonreía al oír el tintineo, como si fuera una dulce música. De pronto una sombra cayó sobre la pila del oro. Al volverse, el rey vio a un sonriente desconocido de reluciente atuendo blanco. Midas se sobresaltó. ¡Estaba seguro de haber atrancado la puerta! ¡Su tesoro no estaba seguro! Pero el desconocido se limitaba a sonreír.

- Tienes mucho oro, rey Midas -dijo.

- Sí -respondió el rey-, pero es muy poco comparado con todo el oro que hay en el mundo.

- ¿Qué? ¿No estás satisfecho? -preguntó el desconocido.

- ¿Satisfecho? -exclamó el rey-. Claro que no. Paso muchas noches en vela planeando nuevos modos de obtener más oro. Ojalá todo lo que tocara se transformara en oro.

- ¿De veras deseas eso, rey Midas?

- Claro que sí. Nada me haría más feliz.

- Entonces se cumplirá tu deseo. Mañana por la mañana, cuando los primeros rayos del sol entren por tu ventana, tendrás el toque de oro.

Apenas hubo dicho estas palabras, el desconocido desapareció. El rey Midas se frotó los ojos.

- Debo haber soñado -se dijo- , pero qué feliz sería si eso fuera cierto.

A la mañana siguiente el rey Midas despertó cuando las primeras luces aclararon el cielo. Extendió la mano y tocó las mantas. Nada sucedió.

- Sabía que no podía ser cierto -suspiró. En ese momento los primeros rayos del sol entraron por la ventana. Las mantas donde el rey Midas apoyaba la mano se convirtieron en oro puro-. ¡Es verdad! -exclamó con regocijo-. ¡Es verdad!

Se levantó y corrió por la habitación tocando todo. Su bata, sus pantuflas, los muebles, todo se convirtió en oro. Miró por la ventana, hacia el jardín de Caléndula.

- Le daré una grata sorpresa -dijo. Bajó al jardín, tocando todas las flores de Caléndula y transformándolas en oro-. Ella estará muy complacida -se dijo.

Regresó a su habitación para esperar el desayuno, y recogió el libro que leía la noche anterior, pero en cuanto lo tocó se convirtió en oro macizo.

- Ahora no puedo leer -dijo-, pero desde luego es mucho mejor que sea de oro.

Un criado entró con el desayuno del rey.

- Qué bien luce -dijo-. Ante todo quiero ese melocotón rojo y maduro.

Tomó el melocotón con la mano, pero antes que pudiera saborearlo se había convertido en una pepita de oro. El rey Midas lo dejó en la bandeja.

- Es muy bello, pero no puedo comerlo. -dijo. Levantó un panecillo, pero también se convirtió en oro-. ¿Qué haré? Tengo hambre y sed, y no puedo beber ni comer oro.

En ese momento se abrió la puerta y entró la pequeña Caléndula. Sollozaba amargamente, y traía en la mano una de sus rosas.

- ¿Qué sucede, hijita? -preguntó el rey.

- ¡Oh, padre! ¡Mira lo que ha pasado con mis rosas! ¡Están feas y rígidas!

- Pues son rosas de oro, niña. ¿No te parecen más bellas que antes?

- No -gimió la niña-, no tienen ese dulce olor. No crecerán más. Me gustan las rosas vivas.

- No importa -dijo el rey-, ahora come tu desayuno.

Pero Caléndula notó que su padre no comía y que estaba muy triste.

- ¿Qué sucede, querido padre? -preguntó, acercándose. Le echó los brazos al cuello y él la besó, pero de pronto el rey gritó de espanto y angustia. En cuanto la tocó, el adorable rostro de Caléndula se convirtió en oro reluciente. Sus ojos no veían, sus labios no podían besarlo, sus bracitos no podían estrecharlo. Ya no era una hija risueña y cariñosa, sino una pequeña estatua de oro.

El rey Midas agachó la cabeza, rompiendo a llorar.

- ¿Eres feliz, rey Midas? -dijo una voz. Al volverse, Midas vio al desconocido.

- ¡Feliz! ¿Cómo puedes preguntármelo? ¡Soy el hombre más desdichado de este mundo! -dijo el rey.

- Tienes el toque de oro -replicó el desconocido-. ¿No es suficiente?

El rey Midas no alzó la cabeza ni respondió.

- ¿Qué prefieres, comida y un vaso de agua fría o estas pepitas de oro? -dijo el desconocido.

El rey Midas no pudo responder.

- ¿Qué prefieres, oh rey, esa pequeña estatua de oro, o una niña vivaracha y cariñosa?

- Oh, devuélveme a mi pequeña Caléndula y te daré todo el oro que tengo -dijo el rey-. He perdido todo lo que tenía de valioso.

- Eres más sabio que ayer, rey Midas -dijo el desconocido-. Zambúllete en el río que corre al pie de tu jardín, luego recoge un poco de agua y arrójala sobre aquello que quieras volver a su antigua forma. -El desconocido desapareció.

El rey Midas se levantó de un brinco y corrió al río. Se zambulló, llenó una jarra de agua y regresó deprisa al palacio. Roció con agua a Caléndula, y devolvió el color a sus mejillas. La niña abrió los ojos azules.

- ¡Vaya, padre! -exclamó-. ¿Qué sucedió?

Con un grito de alegría, el rey Midas la tomó en sus brazos.

Nunca más el rey Midas se interesó en otro oro que no fuera el oro de la luz del sol, o el oro del cabello de la pequeña Caléndula.

el delantal que el viento se llevo

Corina jugaba y jugaba cada día con los colores. Con tinta, con barro, con hojas, con flores. Le gustaba sentarse en la tierra, mezclar estas cosas con agua, hacer papilla con lo que encontrara, pintar con los dedos como si fueran pinceles.

Para no ensuciarse el vestido, usaba siempre un delantal blanco, con grandes volados y bolsillo bordado.

Todos los días pasaba lo mismo: el delantal salía de casa limpio y bien planchado. Terminaba el día sucio, todo arrugado. Y casi siempre, al final de la tarde, Corina se lo sacaba, para hacer travesuras sin que nada la incomodara.

Un día, se quitó el delantal y lo colgó de una rama fina. Cuando fue a buscarlo, ya no estaba ahí. ¿Se lo habría llevado el viento que soplaba travieso? Sí, seguro que sí.

- Viento ¿Tu te llevaste el delantal?- preguntó Corina.

El viento no respondió, entonces la nena salió a buscar su delantal. Allá lejos, en lo alto de un cerro, vio una mancha blanca. Para llegar arriba, Corina pidió ayuda.

- Cabrito, ¿me llevas hasta allá?

El cabrito la llevó. Salta que salta, se acercaron y vieron.

La mancha blanca no era su delantal. Era sólo una hilacha de nube que volaba bajo. Después, la nube le dio un poco de ayuda:

- Me parece que lo vi. Cuando lloví, vi algo blanco en medio del bosque. A lo mejor era el delantal…

Explicó muy bien dónde era.

Y Corina fue a buscar.

- Gavilán, ¿me llevas hasta allá?

El gavilán la llevó. Vuela que vuela, salieron de lo alto del cerro, pasaron junto a las nubes, se acercaron y vieron.

La mancha blanca no era ningún delantal. Era sólo una hilacha de algódon de un enorme palo borracho que había estado en flor.

El algodón le dio un poco de ayuda:

- Me parece que lo vi. Cuando sopló el viento, me mecí muy alto y vi algo blanquito allá donde cae el río. A lo mejor era el delantal…

Le explico bien dónde era.

Y Corina fue a buscar.

- Mono, ¿me llevas hasta allá?

El mono la llevó. Brinca que brinca, salieron de la copa del árbol, se acercaron y vieron.

La mancha blanca no era ningún delantal. Era sólo un hilo de agua, cascada que caía finita desde lo alto de las piedras.

La cascada le dio un poco de ayuda:

-Me parece que lo vi. La lavandera estuvo allí abajo, en la curva del río, y lavó un lindo delantal en el agua clara. Después se lo llevó a la niña más traviesa de la casa, más alegre del campo.

Y Corina fue a buscar.

-Pato, ¿me llevas hasta allá?

El pato la llevó. Nada que nada, anda que anda, se acercaron y vieron.

Era la casa de Corina. En el cajón del armario de su cuarto, lavado y planchado, estaba guardado el delantanl, con sus volados y su bolsillo bordado.

Blanco como la nube.

Leve como el algodón de la flor.

Limpio como la cascada.

Corina ya no tuvo que seguir buscando. Ahora sólo le quedaba ir a bañarse con la espuma blanca del jabón y verse limpia y perfumada, como el delantal. Comer y dormir, después. Levantarse descansada y llenar de travesuras el día siguiente

DOMINGO 25

no van:
martín, elizabeth, vera, xime
JARDIN
Cuenta Sole
El delantal que el viento se llevo
actividad: pastas
merienda: yogur con cereales
NIÑOS
Centa Fran
El rey Midas
actividad: juegos, mancha estatua, 123 rey midas es, etc
merienda: yogur con cereles
ADOLESCENTES
entrada en calor guiada por sole
muñeco de goma en ronda grupal
juego de que te cedan el asiento
armar grupos de a tres y cada uno escribe algo bueno de sus otros dos compañeros
armar obritas exagerando esas cualidades escritas
devolución
merienda: jugo y galletitas

miércoles, 23 de septiembre de 2009

EL ANILLO

Erase una vez un príncipe que cabalgaba a la luz de la luna. El aire era tan limpio y transparente que le parecía estar volando con su caballo. El cielo estaba azul oscuro, con una luna blanca y grande que flotaba entre pequeñas y encrespadas nubes. Pero a lo lejos caían relámpagos silenciosos sobre las montañas. El príncipe cabalgaba velozmente, y su sombra a la luz de la luna era tan grande que el caballo parecía un monstruo sobrenatural con un ser gigante como jinete.

Cuando el príncipe llegó hasta el palacio, bajo del caballo y se lo dejo al peón de las cuadras. Pero todavía no tenía ganas de entrar en el palacio. Bajo hasta el mar y empezó a caminar lentamente a lo largo de la playa. De repente vio algo que brillaba en la arena. ¿Qué era eso? ¿Un anillo?

“¡Un anillo! – pensó el príncipe, observándolo a la luz de la luna-. ¿Quién podrá haber perdido un anillo en esta playa? ¡Seguramente habrá sido una dama de la corte!”

Así que guardo el anillo en el bolsillo de su camisa. Era un anillo muy pequeño, delgado como un hilo y decorado con minúsculas piedras azules en forma de pequeñas flores. Después de la cena, cuando la corte estaba reunida en el salón grande, el príncipe dijo mientras introducía la mano en el bolsillo de su camisa:

-¿Alguna de las damas aquí presentes ha perdido por casualidad un anillo?

Todas las damas dela corte empezaron a mirar sus manos. Todas tenían muchas y valiosas sortijas, decoradas con diamantes, esmeraldas y zafiros, y por eso se miraban dedo a dedo por si acaso les faltaba alguna de sus espléndidas sortijas. Pero todas las damas tenían las suyas en su sitio.

-¿Qué aspecto tiene esa sortija?- se atrevió a preguntar una joven y hermosa cortesana.

El príncipe le enseñó.

Y cuando las damas vieron cómo era el anillo pusieron las caras muy dignas e hicieron gestos de desprecio. Ninguna de ellas era dueña de un anillo de esas características. Se trataba de un objeto prácticamente sin importancia y de un valor mínimo, y además tan pequeño que parecía hacho para la mano de una niña.

De este modo, encontraron las damas algo de qué hablar y se pasaron el resto de la noche comparando sus hermosas sortijas, y pasándoselas de mano en mano especulando sobre su valor. El príncipe se había levantado y había salido a la terraza, donde se quedó contemplando la luz de la luna.

Más tarde, entró en su habitación y puso el pequeño anillo encima de la mesita. Cuando estaba a punto de quedarse dormido, oyó un ruido extraño. Algo zumbaba y vibraba como si un pequeño insecto revoloteara entre los vasos de la mesa, y al abrir los ojos vio sorprendido que el pequeño anillo daba vueltas como si una mano invisible lo hubiera puesto en movimiento.

El príncipe encendió rápidamente la luz, y en ese instante el anillo se detuvo. Pero en el mismo momento en que apagaba de nuevo la luz, dejando la habitación a oscuras, el anillo comenzó a dar vueltas otra vez. Resultaba extraño y lúgubre a la vez. Y aunque el príncipe metió el anillo en un cajón, no dejaba de oírlo girar constantemente, y aquella noche durmió mal.

Podría haber tirado el anillo, pero había algo misterioso que se lo impedía. No quería por nada del mundo separarse de él, y a la noche siguiente se lo llevó de nuevo a su alcoba.

Apenas había apagado la luz, cuando el anillo empezó a dar vueltas.

-¿Qué significa esto?-dijo el príncipe sentándose en la cama.

Tomo el anillo, se levantó de un salto y lo llevó hasta un pequeño joyero que había en un pequeño rincón de la habitación.

Todo el día siguiente estuvo el príncipe meditabundo y silenciosos. Solamente pensaba en el maravilloso anillo que había encontrado. Al llegar la noche, dejó el anillo sobre la mesita, al lado de su cama, igual que las veces anteriores, y estaba tan cansado que se quedó dormido enseguida. Pero no había pasado mucho tiempo cuando sintió que algo le rozaba la cara, y advirtió en seguida que era el anillo.

-¡Ya comprendo!- exclamó levantándose de un salto-. ¡Tengo que encontrar al dueño!

Apenas había comenzado a amanecer, cuando el príncipe se levantó, bajó hasta la cuadra, ensilló su caballo y salió cabalgando velozmente por el puente del castillo. Cabalgó todo el día sin encontrarse con nadie. Al anochecer llego a un enorme castillo. En las paredes crecían hiedras y rosales, y arriba, en una de las ventanas con forma de arco, estaba la señora del castillo mirando el paisaje. Cuando vio acercarse al príncipe, mandó enseguida que bajara uno de sus criados para recibirlo y darle la bienvenida.

El príncipe acepto la invitación y entró en el castillo. La distinguida señora lo recibió amablemente. Le ofrecieron una bonita habitación, y cuando bajo para la cena encontró todo el salón iluminado con velas y antorchas.

Mientras cenaban el príncipe noto que la noble señora tenia la mano decorada con varias sortijas y dijo:

-¡La cantidad de sortijas valiosas que tiene usted...! Supongo que podría perder alguno con facilidad.

-No lo creo,- contesto- ya que cada vez que hago alguna tarea en la cual pudiera perder alguna de mis sortijas, me las saco.

El príncipe se quedó un momento callado. Después ensoñó el anillo.

-¿Qué opina usted de este anillo?- pregunto.

-¡Ese pequeñín!- dijo la dama- Por su tamaño debe pertenecer a una niña.

A la mañana siguiente, antes de amanecer, el príncipe se fue cabalgando.

“¡Una niña!- pensó, mirando hacia el horizonte-. ¿Pero dónde estas?”

Cabalgo por bosques y valles, praderas y llanuras. Al llegar la noche se sintió cansado y dejo al caballo andar al paso a lo largo de un río que transcurría por aquel lugar.

Entonces, de repente, vio una mujer vestida de negro con los ojos fijos en el suelo, como si estuviera buscando algo entre las piedras del camino. Cuando el príncipe se acercó, ella levantó los ojos y le miró, y entonces él vio un rostro muy bello. La mujer parecía muy triste y sus negros y grandes ojos tenían una expresión de dolor y sufrimiento tales, que el príncipe se sintió profundamente compadecido. Detuvo su caballo y le preguntó:

-¿Querida, qué buscas? ¿Has perdido algo que te era muy valioso?

El rostro de la mujer se volvió aun más triste.

-He perdido la cosa más valiosa que poseía- dijo con voz temblorosa- Un anillo que me había regalado mi esposo antes de morir.

El corazón del príncipe comenzó a latir fuertemente. ¿Seria ella la dueña del anillo que guardaba en el bolsillo cerca de su corazón? Saco el anillo lentamente de su bolsillo y preguntó:

-¿Podría ser este tu anillo?

Pero ella sonrió tristemente.

-Mi anillo llevaba un diamante grande y valioso. Sin embargo, ese no es más que un juguete sin valor.

El príncipe volvió a guardar el anillo y siguió cabalgando durante días y noches, sin encontrar a nadie que reconociera el anillo. Ahora lo llevaba siempre colgado alrededor del cuello, y el anillo había dejado de moverse con tanta fuerza como las primeras noches.

Una mañana llego hasta un río de veloces aguas. Al otro lado del río se veía, a lo lejos, una montaña que parecía estar envuelta en un velo azul a causa de la neblina. Por todas las partes de la montaña había puntos brillantes que parecían hogueras. Eran malezas repletas de flores amarillas, y todo era tan bonito que el príncipe no pudo evitar sonreír. Quiso acercarse hasta allí para ver de cerca tal maravilla, pero no era fácil acercarse porque no había ningún puente para cruzar el río, ni ningún camino que condujera a la montaña.

“Tendré que cruzar a nado”, pensó el príncipe, y al acto se metió con el caballo en las turbulentas aguas.

No le importó en absoluto que el agua le salpicara hasta arriba, y que su caballo tuviera que esforzarse para no ser arrastrado por la corriente. Estaba tan cansado y triste después de haber buscado tanto tiempo, que le parecía agradable luchar con todas sus fuerzas para alcanzar la otra orilla. Al fin llego a tierra y se quedo descansando en la orilla. Delante de él estaba la montaña. No podía recorrerla cabalgando, por lo que dejo a su caballo suelto en un claro verde, donde podía pastar mientras él subía por un estrecho sendero que serpenteaba por el bosque hacia arriba, hacia la montaña. Era un día caluroso, y resultaba agradable permanecer bajo la fresca sombra de los árboles.

De pronto, le pareció oír el murmullo del agua, y por primera vez se dio cuenta de la sed que tenía. Quería llegar al manantial y beber hasta quedarse satisfecho. El murmullo del agua se oía cada vez mas cerca, y el príncipe vio que algo blanco brillaba entre las hojas de un castaño. Unos pocos pasos mas y se encontró delante de un refrescante arroyo que manaba con fuerza por entre las rocas y caía en el interior de un pequeño estanque. De repente se quedó parado en seco, porque advirtió que no estaba solo. Frente al manantial había una joven que acercaba un recipiente al chorro de agua para llenarlo. Estaba con las piernas descubiertas y vestía una falda corta y gris, y una blusa blanca. Su pelo se dividía en dos rubias trenzas que caían a lo largo de su espalda. El príncipe no pudo ver su cara hasta que el recipiente se lleno y la joven se dio la vuelta y le miro. Sus ojos expresaron, por un momento, sorpresa, pero enseguida inclinó la cabeza en señal de saludo y puso a continuación el otro recipiente bajo el chorro del manantial.

-Perdona, ¿Podrías darme un poco de agua? ¡Tengo tanta sed!

La joven le dio el recipiente con agua. Cuando el príncipe se inclino para beber, notó un extraño cambio en el rostro de la chica. Se había puesto roja y sus ojos, que eran azules como el cielo, se oscurecieron llegando casi a ponerse negros. Ella tomó el cordón que el príncipe llevaba alrededor del cuello, y sujetó el anillo que se había salido al inclinarse el príncipe.

-¡Mi anillo!- repitió la chica mirando al príncipe con los ojos llenos de lágrimas.

-¿Por qué quieres tanto a tu anillo?- preguntó el príncipe, mientras se sentaba a su lado.

-Es un regalo de mi padre- dijo, mirándole-. Me lo dio el día en que murió, y yo entonces no era más que una niña. Y me dijo: “Este anillo te va a ayudar en todos los peligros, y si alguna vez te encuentras en un gran apuro, tíralo al mar. El encontrará a tu salvador".

-Y lo ha encontrado- dijo el príncipe-. Me ha llamado y atraído, y no me ha dejado en paz hasta encontrarte en este bosque. Pero ahora me tienes que contar por que estas aquí, como has llegado hasta este lugar y cual es el apuro o peligro por el que has pasado.

-Sí, veras- dijo la joven en voz muy baja, mientras miraba asustada a su alrededor-. Vivo aquí con un viejo troll de montaña, para le que trabajo como su esclava.

Y así empezó la chica a contar. Había nacido en un castillo muy arriba de las montañas y su destino era el de convertirse en una noble princesa, pero su madre murió cuando ella era pequeña.

Al cumplir quince años, vino un rey de un lejano país y conquisto el castillo de su familia, llevándosela a ella y a su padre como prisioneros. Al poco tiempo su padre murió.

Ella vivió en el palacio del rey invasor y nunca le falto nada de los manjares que hay en este mundo. Le dieron buena comida y ropa. Pero nunca la dejaban salir. Solamente desde la ventana de la torre donde estaba su habitación podía ver las floridas praderas, los bosques verdes y el río que serpenteaba como una cinta plateada pro el valle.

Un dic el rey invasor entro en su habitación y le dijo que tenia que prepararse porque al cabo de tres meses la iban a casar con su hijo.

Ella sintió que esto era lo pero que le podía ocurrir. El hijo era grande y bruto como un gigante. A pesar de esto tuvo que fingir que con mucho gusto lo aceptaría como esposo, pero dijo que primero quería trenzarle una cuerda para el ancla de su barco. Y cuando estuviera hecho no le importaría vestirse de novia.

Así que empezó a trenzar una cuerda y la hizo tan larga que llegaba desde su ventana hasta el valle.

La noche en que se iba a casar, se encerró en su pequeña habitación de la torre, ató la cuerda a la ventana y se deslizó hacia abajo. Cuando llegó al suelo, corrió alejándose lo más rápido que pudo y se refugio en el bosque. Allí se metió en una de los matorrales y se quedó dormida. Pero a la mañana siguiente se despertó porque algo le hacia cosquillas en la frente, y cuando abrió los ojos vio una cara horrenda que la estaba mirando.

Era el troll de la montaña, que estaba dando un paseo por el bosque, y que ahora le hacia cosquillas con una ramita. Su aspecto era mitad de hombre y mitad de oso.

Le dio mucho miedo pero el troll con una sonrisa le dijo:

-¡Que suerte haberte encontrado, pequeña dulzura! ¡Ahora me tendrás que cuidar, hacerme la comida, traer agua y leña!

A continuación, el troll de la montaña la levanto tomándola del pelo y la llevo hasta su cueva. Su cueva estaba en la cima de la montaña y era profunda y oscura. Incluso durante los días más calurosos del verano hacia tanto frío como en una cámara de hielo, y constantemente caían pesadas gotas desde las piedras del techo.

-Ya he servido al troll de la montaña durante tres largos años- dijo la chica, suspirando-. Un día, apenas había entrado la primavera, corrí hacia abajo por toda la montaña hasta el río, con la esperanza de poder cruzar al otro lado, pero no había ni barco, ni puente, solamente las olas enfurecidas. Entonces me quite el anillo y lo tire al agua y grite, tal como me había enseñado mi padre:

“¡Corre, corre, anillo mío,

tráeme hasta aquí al caballero,

que me salve y me libere,

porque yo sola no puedo!”

Y el anillo se hundió, desapareciendo en las profundidades. Pero ahora- termino diciendo sonriente-, ahora he encontrado al caballero que me puede liberar y salvar.

En ese momento oyeron retumbar un extraño ruido.

-¡Es el troll de la montaña!- dijo la joven, levantándose de un salto-. ¡Deprisa!¡Deprisa! ¡Ahora tenemos que huir!

Y corrieron lo más rápido que pudieron montaña abajo. En la orilla del río estaba le caballo pastando. Con gran rapidez el príncipe se sentó en la silla, coloco delante a la princesa y se echo al agua. Las olas caían sobre ellas, el caballo jadeaba y pataleaba en el agua, y en el bosque rugía y aullaba el trolll como una manada de lobos hambrientos.

Cabalgaron durante día y noches, por bosque y llanuras, ríos y riachuelos, matorrales y setos. Hasta que llegaron al castillo del príncipe. Llegaron una noche a la luz de la luna, y cabalgaron lentamente a lo largo de la playa. La princesa iba envuelta en el manto grande del príncipe. Ella apartó un poco el manto y miro hacia abajo.

-Qué gracioso- dijo sonriendo-. Parece, por la sobra, como si sólo una persona cabalgara en el caballo.

LA NIÑA Y EL CERDITO

Había una vez una niña que vivía con su madre en una casita en el campo. No teía muchas cosas, pero si un cerdito al que querían mcuho.

Cada mañana la niñota y el cerdo salían a dar un paseo. Lo primero que hacían era bajar hasta el río para que el cerdito pudiese beber de sus aguas frescas y cristalinas.

Después se adentraban en el bosque donde el cerdito escarbaba en las raíces de los árboles para encontrar comida. Cada día pasaban cerca de una gran colina verde, pero nunca paraban para escalarla.

Una mañana el cerdo se despertó temprano y salió a dar el paseo él solito. Lo primero que hizo fue bajar hasta el río y beber de sus aguas frescas y critalinas. Después se adentró en el bosque y escarbó en las raíces de los arboles para encontrar comida. El cerdito se fue adentrando más y más en el bosque hasta que llegó al borde de un precipicio, un lugar en el que nunca antes había entrado, y se perdió:

Cuando la niña se despertó llamó al cedito, pero no estaba. Preguntó a su madres si podía salir a buscarle y ella le dijo:

-Muy bien, ve si ese es tu deseo.

Entonces salió.

Primero bajó hasta el río donde al cerdito le gustba pararse a beber de sus aguas frescas y cristalinas,

domingo 27

no van
fran, xime
grupo de estudio a las 13.00 y capacitación a las 14.00 (todos los que están trabajando sin haber tenido el curso)
JARDÍN
Cuenta Manu
"La niña y el cerdito"
Actividad: Tempera verde
Merienda: yogur con cereales
NATA, MANU, ALFONSO, ANGELA, VERA, PEDRO
NIÑOS
Cuenta Sole
"El anillo"
Actividad: tempera
Merienda: yogur con cereales
SOLE, PAO, MARTIN, TOMAS, ELIZABETH, SABINA, MAGUI, MARCOS, CARO
ADOLESCENTES
Armamos una ronda. hacemos la ola, despues ola de aplausos, despues alguien hace un movimiento y genera una ola con ese movimiento, para finalizar alguien hace el movimiento y se hace en simultaneo por contagio.
Terminar de decorar el dibujo de la vez anterior. nos sentamos todos en ronde para merendar y cada uno muestra su dibujo y cuenta porque lo decoro como lo hizo...
Merienda: jugo y galletitas.




jueves, 17 de septiembre de 2009

EL GRAN MILAGRO

En un precioso y frondoso árbol nació un alegre y risueño gusanito llamado Nano. Un habitante que dio mucho de que hablar en el bosque. Es que desde que nació, Nano siempre se ha portado distinto de los demás gusanos. Caminaba más despacio que una tortuga, tropezaba en casi todas las piedras que encontraba por delante, y cuando intentaba cambiar de hojas......¡qué desastre!....siempre se caía. Por esa razón, la colonia de los gusanos le llamaba de gusanito torpecillo.
A pesar de las burlas de sus compañeros, Nano mantenía siempre su buen humor. Y se divertía mucho con su torpeza. Pero un día, llegado el otoño, mientras Nano se daba un paseo por los alrededores, una gran nube cubrió rápidamente todo el cielo, y una gran tormenta se cayó. Nano, que no tubo tiempo de llegar a su casa, intentó abrigarse en una hoja, pero de ella se resbaló y acabó cayéndose al suelo, haciéndose mucho daño. Había roto una de sus patitas, y se había quedado cojo. Pobre gusanito... torpecillo y cojo. Agarrado a una hoja, Nano empezó a llorar. Es que ya no podía jugar, ni irse de paseo, ni caminar...
Pero, una noche, cuando Nano estaba casi dormido, una pequeña luz empezó a volar a su alrededor. Primero, pensó que sería una luciérnaga, pero la luz empezó a crecer y a crecer... y de repente, se transformó en un hada vestida de color verde. Nano, asustado, le preguntó:
- Quién eres tú?
Y le dijo la mujer:
- Soy un hada y me llamo naturaleza.
- Y porque estas aquí? Preguntó Nano.
- He venido para decirte que cuándo llegue la primavera, ocurrirá un milagro que te hará sentir la criatura más feliz y libre del mundo. Explicó el hada.
- Y ¿qué es un milagro? Continuó Nano.
- Un milagro es algo ¡extraordinario, estupendo, magnífico!...... Explicó el hada y, enseguida desapareció.
El tiempo pasó y llegó el invierno. Pero Nano no ha dejado de pensar en lo que había dicho el hada. Ansioso por la llegada de la primavera, Nano contaba los días, y así se olvidaba de su problemita. Con el frío, todos los gusanos empezaron, con un hilillo de seda que salía de sus bocas, a tejer el hilo alrededor de su cuerpo hasta formar un capullo, o sea, una casita en la que estarían encerrados y abrigados del frío, durante parte del invierno.
Al cabo de algún tiempo, había llegado la primavera. El bosque se vistió de verde, las plantas de flores, y finalmente ocurrió lo que el hada había prometido... ¡El gran milagro!
Después de haber estado dormido en su capullo durante todo el invierno, Nano se despertó. Con el calor que hacía, el capullo se derritió y Nano finalmente pudo conocer el milagro. Nano no solo se dio cuenta de que caminaba bien, sino que también tenía unas alas multicolores que se movían y le hacían volar.. Es que Nano había dejado de ser gusano y se había convertido en una mariposa feliz, y que ya no cojeaba.

LA ORUGA

En una ocasión, Padre Sol cabalgaba alegremente por el cielo azul mientras pensaba:

-Ya es hora de que llegue la Primavera. Madre Tierra y yo hemos de crear juntos la Primavera.

Entonces llamó abajo:

-Madre Tierra, mira hacia arriba, ha llegado el momento de la Primavera. Tenemos mucho que hacer.

Madre Tierra miró hacia arriba desde su retiro invernal y respondió:

-Sí, Padre Sol, realmente ya es hora de que llegue la Primavera. Derrama tus rayos resplandecientes sobre la tierra. Entonces podremos crear juntos la Primavera.

El sol brilló cálidamente, mientras Madre Tierra iba de un lado a otro, y allí donde ella sacudía su mano aparecían verdes retoños; más tarde, miles de capullos de colores como pequeñas estrellas se irguieron hacia la luz del sol.

Las pequeñas orugas salieron de sus huevos y empezaron a comerse las hojas de las plantas. A las plantas no les importaba-¡tenían tantas hojas!-y las orugas crecieron gordas trabajando activamente.

Una oruga acudió a Madre Tierra y empezó a refunfuñar:

-No está bien-dijo-las plantas tienen flores que pueden mecerse al viento y entrar al sol. Y yo he de permanecer a la sombra de las hojas. ¿Por qué no puedo yo ser una flor y adorar al sol?

-Eres demasiado gorda- dijo Madre Tierra- tan sólo piensas en comer y en tu propio bienestar.

-Pero se correr muy deprisa – dijo la oruga-. Dime cómo puedo convertirme en mosca. ¡Yo también quiero adorar al sol!

-Tienes grandes ideas, pequeña larva- dijo Madre Tierra.

Entonces habló lenta y solemnemente.

-Existe una manera de llegar a ser distinto, pero es difícil y peligrosa.

-¡Dime, dime!- gritó la oruga- ¿Qué es lo que debo hacer?

- Tienes que ser muy valiente y estar dispuesta a morir- dijo Madre Tierra-. Primero tienes que hilar para ti misma un vestido de seda blanco. Debes ceñirlo bien apretado alrededor de tu grueso y pequeño cuerpo, y después recostarte muy quieta y esperar. El vestido de seda se pondrá completamente tieso, y te sentirás como sí estuvieses cautiva. Tu cuerpo se desvanecerá lentamente, y creerás que vas a morir. Mas cuando apenas quede algo de ti, un ángel vendrá del sol y sentirás como tu nuevo cuerpo empieza a formarse, y con él podrás adorar al sol.

- Lo intentaré- dijo humildemente la oruga, y empezó a hilar el blanco vestido de seda.

Cuando el tejido que le envolvía se puso duro, se recostó muy quieta, esperando y esperando. El tiempo se hizo muy largo. La oruga sintió que se desvanecía y se pregunto si moriría. Pero el ángel vino del sol con su nueva forma y se la ajustó.

Poco a poco su nuevo cuerpo, mucho más delicado y hermoso, fue creciendo dentro de su prisión. Finalmente, ésta se abrió con fuerza, y la oruga surgió a la luz del sol. Se dio cuenta de que tenía las doradas y de que podía volar hacia el sol. Alegremente gritó:

-¡Soy una flor que puede volar! Gracias Madre Tierra, gracias Padre Sol. Ahora realmente puedo adorar al sol.

Así, la oruga que se había convertido en mariposa voló de flor en flor, cantando alegremente al Sol.

DOMINGO 20

no van
pedro, tomas, manu, elizabeth ni fran
grupo de estudio a las 13.00 y capacitacion 14.00
JARDIN
cuenta Marcos
"la oruga"
Actividad: modelado con ceritas
Merienda: yogur con cereales
NATA, ALFONSO, ANGELA, MARCOS, ELISEO
NIÑOS
cuenta Vera
"el gran milagro"
Actividad: hacer movil de mariposas
hay que recortar los moldes , llevar papel barrilete de colores y ramitas
Merienda: yogur con cereales
ADOLESCENTES
llevar hojas y pastas para dibujar el cartel de su nombre
practicar danza para cancion africana
Actividad:
armamos una ronda, parados. aprendemos la cancion o e lele, seguimos con la cancion africana...
los coordinadores bailamos la danza previamente practicada, luego se suman los chicos yguiandolos subimos y bajamos el volumen y la velocidad de la cancion haciendo que los jovenes muevan sus cuerpor al ritmo y volumen de la misma.
finalizado esto, les diremos que escriban su nombre en una hoja, de forma particular.
(continuara la proxima decorando ese nombre con pastas y collage)
Merienda: te con galletitas.

jueves, 13 de agosto de 2009

planificacion niños

AGOSTO 16

15 HS

Salida por el día

del niño a la

orquesta EL Faro.

SOLE

MARTIN

TOMAS

PAO

MAGUI

EMMA

ELIZABETH

AGOSTO 23

15 HS

Niños

Cuenta Xime

Blancanieves y

Rojaflor.

Collage.

-merienda:

Yogur con cereal.

PAO

VERA

MARTIN

TOMAS

EMMA

CHIARA

MAGUI

AGOSTO 30

15 HS

Taller niños.

Cuenta Vera

Mil grullas

Origami.

-merienda:

Yogur con cereales.

VERA

TOMAS

FRAN

ELI

MAGUI

EMMA

PAO

SEPTIEMBRE 06

15 HS

Taller niños

Cuenta Sole

Madrenieve.

Torta de manzanas.

-merienda

torta & tea.

XIME

SOLE

MARTIN

FRAN

VERA

TOMAS

ELIZABETH

EMMA

ANGELA